El olvido
¡Qué frágil es la memoria! Creemos que recordamos muchas cosas de nuestra vida, y que las recordamos tal y como ocurrieron, pero no suele ser cierto. Vamos modelando los recuerdos, y cuanto más los rememoramos más pueden llegar a cambiar. Eso puede parecer un inconveniente porque hay tantas cosas que no nos gustaría olvidar nunca: los buenos momentos, las grandes alegrías y emociones...
Afortunadamente, olvidar también tiene sus ventajas. ¡Qué horrible sería acordarse perfectamente de la congoja por la muerte de un ser querido o volver a sentir el pánico de una situación peligrosa! El olvido nos protege del dolor, forma parte de la memoria y es imprescindible para nuestra salud mental. Sin olvido nuestra vida sería un calvario pero un exceso de olvido también puede convertirse en un suplicio, como bien saben las personas que sufren demencias.
Sin embargo, hay olvidos comunes a todos los seres humanos, como nuestros primeros pasos en la vida. Nadie recuerda su nacimiento o sus primeras impresiones del mundo. Supongo que es un mecanismo de protección de nuestro cerebro o simplemente que, al ir creciendo el sistema nervioso, las neuronas que almacenaban esos recuerdos han muerto o han almacenado otras informaciones más vitales.
Ahora miro a mi sobrino, veo los progresos que hace de semana en semana y pienso que me gustaría poder recordar esa parte de mi vida, aunque seguramente, si pudiese hacerlo, no sería capaz de interpretar esos recuerdos porque serían muy confusos y supongo que, en ocasiones, muy angustiosos. Me parece increíble haber sido así de pequeña y frágil. Pero todos empezamos en el mismo sitio.
7 comentarios:
Pues no sé qué te diga, Scout. Cuando mi hija pequeña tenía meses me dió por pensar lo cruel que sería si hoy, a mi edad, me acordara de lo bien que vivía en aquella época. ¿Hambre? Un berrido y mamá, inmediatamente, te da de comer. ¿Sueño? Cierras los ojos y a dormir, ya, sin esperar a más, sin más explicaciones.
¿De verdad, no sería cruel acordarse de eso cuando a las siete de la mañana suena el despertador?
Jajajajajaja, pues sí, JC, sí que es cruel. Pero ¿te imaginas sentirte tan indefenso, vulnerable y dependiente de una persona?
No sé si me gustaría volver a ser bebé, pero tener 8 ó 9 años, sin responsabilidades, más que ir al cole y hacer los deberes...
No te creas, JC, que ahora a muchos bebés les suena el despertador a las siete...
Pero recordar las malas experiencias también nos hace más fuertes. Por eso se recomienda afrontar los miedos para perderlos y por eso me he tirado por una tirolina este verano. Ahora ya sé que no pasa nada, aunque al principio tenga vértigo. Si me olvidara, me duraría siempre. Es un ejemplo trivial, pero sirve también con las penas, uno aprende a afrontarlas a medida que las vive. Porque las recuerda.
En cuanto al suplicio de la gente que tiene una enfermedad, supongo que la cuestión es rodearlos cada día de suficiente calor y experiencias para que no necesiten recordar nada más.
De mi infancia recuerdo más bien poco. Creo que me da igual.
Yo conozco gente cuyos recuerdos van hasta la edad de 2 años!!! Me parece increíble, porque los míos empiezan (y vagamente, por cierto) a la edad de 5 o 6...
De bebé (en el primer mundo y con una familia normal) se vive bien. Todo es nuevo y mamá y papá están ahí para atender nuestras necesidades... Crecer, madurar, educarse significa aprender los miedos de otros. Si hago ésto, entonces me pasa aquello...
Es ley de vida.
Que entrada más bonita, scout.
Yo soy de los que tienen recuerdos muy tempranos, con dos o tres años. Es una imagen muy tierna con mis padres haciéndome carantoñas, un recuerdo muy bonito. Por otro lado la vida de un bebé no siempre es tan feliz. Hace dos días leí que el desamparo de un bebé cuando se aleja su madre es mayor que el de un adulto abandonado por la persona amada...
Decir también que, aunque nacemos ya con todas nuestras neuronas, la estructura neuronal entre ellas sigue desarrollándose en los primeros años de vida (realmente durante toda la vida), y la estructura de almacenamiento de memoria a largo plazo tarda varios años en formarse. Nuestra mente debe "aprender" que los recuerdos a largo plazo son buenos para nuestra supervivencia, el resto lo hacen los genes.
Por otro lado, cuando evocamos una vivencia, solemos vernos en tercera persona, lo que ya dice mucho de cómo modelamos los recuerdos a nuestro antojo. Incluso recuerdo algunos sucesos en los que no sé si el protagonista soy yo u otra persona... Ahora, discrepo en un punto, el dolor por la muerte de una persona querida no se olvida jamás de los jamases, por muchos años que pases. Quizá nos acostumbremos a esa pena, pero siempre nos acompañará.
Un beso.
Pues sí que hay muchos bebés madrugadores, Magapola, por desgracia para ellos y para sus papás. La vida moderna, que es muy dura.
garib, recordar la malas experiencias y las penas nos hace más fuertes, sí, pero afortunadamente no las recordamos con toda la intensidad con la que las vivimos. Si no, nos volveríamos locos.
Mari, yo creo que tengo recuerdos desde los tres años, pero no estoy segura de si son míos o son recuerdos inventados a partir de las historias que he oído. De lo que me acuerdo muy bien y sé que es un recuerdo mío, es de una vez, con cuatro años, que mi hermano y yo nos quedamos encerrados en el baño del colegio y nos rescataron unas chicas de 8º. ¡Qué angustia!
Adivagar, me alegro de que te haya gustado la entrada. Tienes razón, la pena por la muerte de un ser querido no se olvidan nunca, eso es imposible. A lo que me refiero es a que, afortunadamente para nuestra salud mental, con el paso del tiempo, y gracias al olvido, podemos pensar en esa persona con calma y cariño, y no con el dolor lacerante con el que vivimos su muerte en el momento en que se produjo.
Besos a todos.
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